La existencia de un acueducto que trasladaba agua desde la cuenca del río Guadalaviar a los llanos de Cella es conocida desde hace mucho tiempo, aunque no siempre ha sido valorada adecuadamente. Al margen de referencias documentales o literarias (como la mención del Poema del Mío Cid a “Celfa, la del canal”), las primeras citas fiables sobre este monumento las proporcionan autores como Ceán Bermúdez (1832) o Federico Andrés (1897).

La falta de datos concluyentes que permitieran fijar la cronología de la obra y la dificultad de su conocimiento, provocaron que los arqueólogos que estudiaban la provincia de Teruel apenas dedicaran atención a esta obra. El trabajo fundamental, previo al inicio de las investigaciones arqueológicas específicas, fue el de Aguirre Lahuerta, en su prólogo sobre la historia de Cella publicada en la segunda edición de El Ángel de los Silaos (1978).

La incorporación a la bibliografía científica es obra de Eustaquio Castellano, que en un monográfico dedicado al acueducto (1981) da a conocer gran parte del recorrido; posteriormente descubrirá tramos tan importantes como el Barranco de los Burros, o la línea de putei que se localiza en la partida denominada Las Hoyas, ambos en el término de Gea de Albarracín.

En 1980, Purificación Atrián, entonces directora del Museo de Teruel, acomete una campaña de excavaciones en la zona de la Cañada de Monterde (Gea de Albarracín), desmontando la ladera hasta encontrar el punto en que comienza la galería que lleva el acueducto hacia Cella.

En 1981, el profesor Martín Almagro inicia su colaboración con el equipo de la Diputación Provincial, asumiendo la dirección de los trabajos en los años siguientes, hasta su fallecimiento en 1983. Durante este periodo se excavaron varios tramos (junto a la masía de Santa Croche, en la Cañada de Monterde, en varios putei y en la parte final del acueducto, junto a Cella) y se produce el hallazgo de un conjunto de cerámicas romanas que permiten, por primera vez, fijar con rigor la cronología del acueducto en el siglo I.

El fallecimiento del profesor Almagro conllevó la paralización del proyecto hasta 1997, cuando desde el Museo de Teruel se decide retomar el estudio de esta espectacular obra hidráulica, fundamentalmente con vistas a su musealización y difusión. Desde entonces se ha realizado el levantamiento topográfico completo, prospecciones en todo el recorrido, excavaciones parciales en distintos tramos, así como trabajos de consolidación, acondicionamiento y musealización de los tramos más interesantes

De forma paralela, se llevan a cabo excavaciones en el casco urbano de Cella con importantes resultados vinculados tanto al acueducto (localización y excavación de una gran cisterna en la plaza Mayor), como al poblamiento de Cella (constatación de la existencia de un importante asentamiento romano tardo-republicano) y que permitieron una explicación más acertada del carácter y finalidad del acueducto, básicamente el abastecimiento de agua a esta nueva ciudad, sin despreciar su uso también en instalaciones preindustriales.

 

Descripción del acueducto

Todavía subsisten puntos oscuros en el conocimiento del trazado del acueducto, fundamentalmente debido a la deficiente conservación, o a la total desaparición de algunos de sus tramos.

El acueducto tiene su origen en el río Guadalaviar (posiblemente en la zona donde se encuentra el albergue, 2 km aguas abajo de la ciudad de Albarracín), y su final en Cella, con un recorrido aproximado de 25 km. La determinación de la zona de captación de aguas es, en este momento, el punto más conflictivo: Antonio Almagro propone situarlo en el actual azud (que considera una evolución del romano) iniciando el recorrido por la margen derecha hasta el molino y la masía de Santa Croche, donde existen restos de canales excavados en la roca o construidos con mampostería. El acueducto cruzaría el río a la altura de Santa Croche, donde al parecer se localizaron restos de varios pilares y machones que considera “antiguos”.

Los trabajos realizados desde el Museo de Teruel coinciden en situar la toma de aguas en la misma zona, teniendo como referencia el desnivel teórico que presenta el acueducto en este tramo, discurriendo éste por la margen izquierda del río (por donde circula la actual carretera que seguramente destruyó los restos del acueducto). Por otra parte, las cotas de los tramos de canal existente en la margen derecha son más bajas que las de los identificados de la margen izquierda, por lo que corresponden con seguridad a dos conducciones distintas.

La captación del agua se realizaría, así, mediante un pequeño dique o presa (saeptum) y un canal de derivación (riui o specus) que alterna en su recorrido la construcción con mampostería (substructio), con la excavación de galerías subterráneas o superficiales. La topografía y el tipo de terreno condicionan las soluciones que se adoptan a lo largo de su recorrido, aunque la regla general es la adaptación a las curvas de nivel, evitando los obstáculos y conduciendo el agua de manera natural, a pesar del incremento en el recorrido que esta solución supone.

El acueducto de Albarracín a Cella se conserva de manera excepcional en algunos tramos (bajo el castillo de Santa Croche, en la denominada Galería de los Espejos, junto al túnel de la carretera, en el azud de Gea, el Barranco de los Burros, la Cañada de Monterde, en Las Hoyas, La Tejería, o en las zonas ya próximas a Cella), con distintas técnicas de construcción, aunque predomina la galería excavada en la roca, con “ventanas” laterales (spiramina o lumina) que sirvieron tanto para excavar el interior como para extraer la roca y, durante su uso, para limpiar y retirar limos y otros materiales. La distancia entre los lumina varía en los distintos tramos (apenas 1 m en la Galería de los espejos, 11 m en el Azud de Gea, ó 20 m en el Barranco de los Burros) en función de complejidad del trazado y la dureza de la excavación.

A partir de la Cañada de Monterde, el specus se traza totalmente subterráneo, atravesando las lomas que separan Gea de Cella, a una profundidad media de unos 25 m, pero pudiendo llegar a alcanzar los 40/60 m en las zonas centrales. El recorrido de este tramo está marcado por la existencia de las denominadas “hoyas” por los habitantes del lugar, bien conocidas desde hace décadas y vinculadas con el canal. Las hoyas (putei o spiraculi) se excavaron cada 20/40 m (más próximos en los tramos en curva o con fuerte desnivel en la superficie, más separados en los tramos rectos), y permitían la construcción de varios tramos de forma simultánea.

Las galerías (cuniculi) presentan características comunes: están excavadas en la roca caliza, posiblemente con instrumentos de punta triangular (dolabra), y tienen unas dimensiones entre 170 y 220 cm de altura, y entre 80 y 125 cm de anchura. En algunos sectores se constatan los “encuentros” entre distintas cuadrillas de fossores (peones encargados de excavar las galerías), con leves errores en el trazado o en el nivel del canal. Se han documentado también aliviaderos y canales de desvío del cauce, posiblemente para usos agrícolas, con huellas para el alojamiento de compuertas o tajaderas, y pequeños muros que facilitan la decantación de impurezas, impidiendo que penetraran en el interior de galerías, obstruyéndolas.

En la zona denominada La Tejería se localizan los últimos putei y a partir de ese punto el canal discurre a cielo abierto, excavado en la roca. Estos últimos tramos presentan, no obstante, problemas de interpretación no resueltos completamente, con cotas muy diferentes que pueden indicar la presencia de canales secundarios.

El acueducto llega a Cella por Las Eras y el peirón de la Fuensanta, y se dirige hacia el centro de la ciudad, hasta la plaza Mayor, en la que se localizó en 1998 una cisterna (castellum) de notables dimensiones, construida con mortero hidráulico revestido interiormente de opus signinum, con función de almacenamiento de agua, pero quizás no de distribución.

La pendiente o inclinación general del acueducto (libramentum) ha sido fijada en un tres por mil, aunque con notables diferencias y correcciones en distintos sectores. La combinación de las dimensiones, la inclinación y el índice de rozamiento, permite calcular un caudal máximo (en las mejores condiciones, sin fugas, y con la lámina de agua máxima que permite el specus, unos 60 cm) de 267 litros por segundo, caudal realmente notable y que posiblemente nunca se alcanzaría.

A pesar del gran avance que suponen los recientes trabajos en el conocimiento del acueducto, persisten algunas lagunas, tanto en la identificación completa del trazado (como la ubicación precisa de la captación y derivación, en fase de estudio y con interesantes y nuevas hipótesis), como en la constatación de su funcionamiento real. La documentación medieval que cita el canal ha llevado a interpretar, por ejemplo, que el acueducto estuvo en uso hasta la construcción de la fuente de Cella, pero esta circunstancia deberá ser comprobada mediante los estudios y análisis científicos sobre el propio cauce que en este momento se están desarrollando. Menos dudas presenta la finalidad con la que fue construido: abastecer agua a la importante ciudad que se construye en el siglo I a. de C. en el lugar que actualmente ocupa Cella, sin rechazar usos complementarios como fuerza motriz en instalaciones preindustriales, o el uso agrícola.

 

Acueducto romano de Albarracín-Gea-Cella

yacimientos_acueducto

 

BIBLIOGRAFÍA

Aguirre Lahuerta, A.:
(1978): El ángel de los Silaos. Zaragoza, 7-10.

Almagro Gorbea, A.:
(2002): “El Acueducto de Albarracín a Cella (Teruel)”, Artifex. Ingeniería romana en España, Madrid, 213-237.

Castellano Zapater, E.:
(1964): “Catálogo de las simas y cavidades de Albarracín”, rev. Teruel, 31-32. Teruel, 160-161.
(1981): “Un acueducto romano en la provincia de Teruel (Albarracín-Gea-Cella)”, rev. Teruel, 66. Teruel, 155-169.

Ezquerra Lebrón, B.:
(2007): “Acueducto romano de Albarracín-Gea-Cella. Abastecimiento de agua a la antigua ciudad de Cella (Teruel)”. Fragmentos de historia. 100 años de arqueología en Teruel. Teruel, 219-223.

 

 

 

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