A través del estudio de los yacimientos prehistóricos puede conocerse la evolución de las poblaciones, el desarrollo de las técnicas de talla, las relaciones con otros territorios y las influencias que reciben.
Los primeros grupos humanos que habitaron el territorio turolense dejaron evidencias de su actividad cazadora y carroñera en las herramientas y los restos de animales con huellas de descarnado de Cuesta de la Bajada, hace 350.000 años, durante el Paleolítico. Las comunidades de cazadores-recolectores persisten durante el Epipaleolítico, caracterizado por la fabricación de útiles microlíticos. Estas poblaciones evolucionan progresivamente hacia una nueva sociedad mediante la incorporación de las innovaciones neolíticas.
La agricultura, la domesticación y el asentamiento en núcleos estables no se generalizan realmente hasta la Edad del Bronce, periodo en el que existe un número elevado de poblados en las comarcas turolenses, indicativo del auge demográfico producido por la mejora en la explotación de los recursos.
El desarrollo tecnológico y poblacional continúa en la Edad del Hierro, cuando se detectan intensas influencias relacionadas con Centroeuropa y el ámbito mediterráneo, documentadas, por ejemplo, a través de los vestigios encontrados en la tumba de Les Ferreres de Calaceite y otros lugares del Bajo Aragón.