La expansión islámica en el territorio turolense se muestra, entre otros aspectos, a través de la evolución de la cerámica andalusí, con una gran variedad de formas, nuevas técnicas de vidriado y cubiertas esmaltadas en llamativas series ornamentales, típicas en las épocas califal y taifa. A partir de los siglos XII y XIII aparecen con mayor frecuencia cerámicas esgrafiadas y ricas lozas doradas. La epigrafía árabe, escrita sobre soportes de metal, losas finamente talladas, cerámicas, rocas o simples bloques de piedra toscamente trabajados, constituye una valiosa fuente de información, a través de inscripciones que transmiten mensajes de carácter conmemorativo, propagandístico, funerario y religioso.
El reino taifa de Albarracín, símbolo de desarrollo económico y social, se caracteriza por una política basada en la demostración de fortaleza y la exhibición pública de un suntuoso estilo de vida como expresión de refinamiento cultural y herramienta de propaganda. Los Banu Razin fueron ejemplo de ello, como muestran lujosos objetos llegados desde el otro extremo del Mediterráneo, cerámicas de procedencia china, vajilla dorada de posible origen egipcio, pequeños recipientes de alabastro llegados desde el valle del Ebro, tederos, candiles de bronce o alambiques para fabricar perfumes. Entre ellas, la pieza más singular es la cantimplora de Albarracín, regalo del soberano Abd al-Malik ibn Jalaf a su esposa Zahr.