14 de junio – 17 de agosto de 2025
El Museo de Teruel y la Fundación Germán López y Marián Sanz (Cretas, Teruel) se complacen en presentar la primera exposición individual dedicada al artista Joaquim Chancho (1943) en Aragón. Esta exposición, siguiendo la estela de las anteriores dedicadas a analizar y explorar la obra de los artistas que forman parte de la colección permanente de la fundación, está compuesta por más de 25 obras, entre pinturas y papeles, escogidas con el propósito de revisar el trabajo que el artista realizó durante la década de los años 80. Muchas de las obras nunca habían sido expuestas antes y trazan un recorrido completo por todas las investigaciones formales que el artista puso en marcha en un período trascendental para su carrera.
La exposición se organiza en dos partes: una primera que analiza los límites plásticos alcanzados por Chancho entre finales de los 70 y principios de los 80 – un periodo que él mismo describe como “una época de gran intensidad en el trabajo y también de una gran radicalidad”[1] que termina por provocarle un cuestionamiento de los caminos a emprender; y una segunda que muestra como el artista supera el bloqueo resultante de esa “radicalidad” liberando su pintura de la rigidez conceptual anterior y adoptando unas composiciones más simples y de trazos más libres.
Las obras de finales de los 70 y principios de los 80 son obras que pivotan esencialmente en la necesidad de superar la tendencia minimalista que a partir de los años 60 se fue extendiendo por Europa y América y que muchos artistas españoles abrazaron para proponer una alternativa al informalismo. La necesidad de desnudar la obra de cualquier referente naturalista y centrarse en los mínimos elementos indispensables, características habituales en el Chancho de los primeros 70, ahora aparecen dominadas por los desdoblamientos, las repeticiones, las acotaciones, las ligeras variaciones cromáticas y los signos caligráficos. Obras como Inscripcions taronja i carmí, 1979, o Espai gestual 4, 1977, son dos buenos ejemplos del uso de este léxico plástico que terminará convirtiéndose en la base de muchos de sus futuros desarrollos artísticos. La necesidad de interrogarse tanto en lo personal como en lo artístico reposa en el fondo del trabajo realizado entre los años 1982 y 1985. La obra Doble significat (1982), uno de los pocos collages que realizó a lo largo de su carrera, contribuye a reafirmar la radicalidad plástica que amera toda esta etapa y muestra la voluntad del artista de cuestionar los apriorismos y negar las certezas que hasta entonces le parecían inmutables. También marca el inicio de unos trascendentales trabajos experimentales que estaban pensados para ser presentados en una mesa, de aquí el nombre de Treballs de taula, rompiendo con la clásica convención de enmarcar y presentar expuesta en una pared, una obra de arte. Estos trabajos experimentales, raramente expuestos, eran ensayos formales que, a pesar de su fragilidad, invitaban a la participación del espectador y, como consecuencia de esa interactuación, el artista pretendía que surgieran el debate y los cuestionamientos. Chancho lo definió como “una clara voluntad de establecer una mirada más íntima, más táctil. Que la mano se convierta en mirada”.[2] Hacia 1985 Chancho emprende de nuevo el trabajo pictórico siguiendo las premisas plásticas previas a 1982. Sus papeles de la serie Deixeu la serpent dormida se enmarcan en este renacer pictórico. Su obra de esta época se caracteriza por ser más impulsiva y dinámica, alejada del radical reduccionismo de tono minimalista y abrazando un expresionismo gestual activo y descarado en el que predominaban formas geométricas simples. Son las obras más libres y gestuales que Chancho jamás realizó, muchas incluso incorporan títulos relacionados con el Jazz improvisado que tanto le seducía. Las obras Leslie o Billie, ambas de 1989, son dos claros ejemplos. Tal y como escribió Assumpta Rosés: “En esta etapa se relajaron los controles: se incendiaban los ojos, fluía el material y quedaba manifiesto el choque del gesto con la resistencia de la tela. La acción marcaba la forma y navegaba con el color y la materia”.[3]
Marc Domènech
Comisario
[1] “Converses. Joaquim Chancho i Teresa Blanc” en Joaquim Chancho. Prospectiva 1973-1003, Cat. Expo., Tecla Sala, L’Hospitalet de Llobregat, 2005
[2] Chancho, Joaquim, “La pintura pintada”, Tesis Doctoral, 1991, pág. 35
[3] Rosés, Assumpta, Joaquim Chancho. Desplaçaments de la pintura, Viena Edicions, 2013, pág. 52
15 de mayo – 6 de julio de 2025
Esta exposición recorre la trayectoria de Caterina Burgos que es, en palabras de su comisario Leo Tena, una de las artistas más influyentes del grabado y la creación matérica en España. La muestra explora cuatro series clave de Burgos, incluyendo su innovadora serie aeiou, donde descompone y reimagina sus obras anteriores mediante collages y esculturas de papel.
esenciaeiou destaca la evolución de la artista desde sus primeros grabados en la serie Infancia (1993) —inspirados en la maternidad y realizados con técnicas poco convencionales— hasta Mujeres Escalera (2003), icono feminista que obtuvo el Premio Nacional de Grabado Contemporáneo.
La serie aeiou, iniciada durante la pandemia, revela su búsqueda de lo esencial: fragmentos de grabados rotos se transforman en collages y esculturas de papel que evocan un mantra visual.
Beatriz Agramonte, Historiadora del Arte y autora del texto Caterina Burgos. Poética contemporánea, presente en el catálogo editado con motivo de esta exposición, reivindica que «Caterina Burgos convierte lo cotidiano en arte universal. Su capacidad para reinventarse, como en aeiou, donde las vocales guían una nueva narrativa, es única».
La exposición reunirá en torno a unas 174 piezas seleccionadas, además de documentos inéditos que desvelan su proceso creativo, donde simplifica hasta la esencia y avanza magistralmente hacia lo mínimo.