Las representaciones pintadas de la cultura ibérica construyen un sistema simbólico complejo que refleja un mundo sagrado y aristocrático. Muestra de ello, es este fragmento de un kalathos, con paredes rectas y borde saliente, donde se halla una inscripción acompañada por decoración de dientes de lobo. En el cuerpo de la vasija se desarrollan dos escenas figuradas, separadas entre sí por un motivo en forma de escalera.
La escena de la izquierda alberga dos équidos y cinco figuras humanas, de las cuales cuatro portan un escudo oval. La quinta figura, sentada sobre una silla de respaldo alto y sosteniendo un bastón, se ha considerado un personaje relevante, posiblemente, un régulo o gobernante. Aunque es menos probable, también se ha interpretado como un pastor al cuidado del ganado.
En la escena derecha aparece la silueta de un toro, en la que se distinguen las extremidades, la cola, el pelaje y uno ojo. La cornamenta se representa con una perspectiva torcida. Sobre el animal, la imagen de dos guerreros en actitud de lucha se ha interpretado como un enfrentamiento bélico o duelo heroico, celebrado al son de la música. El combate singular es el símbolo máximo del aristócrata e indica su unión con la divinidad, por tanto, se trataría de un juego funerario que acabaría con la muerte de uno de ellos como acto de entrega al difunto.